Alaska es un viaje fronterizo para los amantes de la naturaleza. Es una tierra que va del blanco de los glaciares al verde y marrón de los parques, manteniendo una belleza intensa y genuina, una tierra que cuenta su propia historia y tradiciones en cada lugar. ¿Qué ver en Alaska y qué conocer?
Con un fascinante telón de fondo de picos nevados, Anchorage es la mayor ciudad de Alaska, hasta el punto de que en ella vive más del 40% de la población del estado (no es casualidad que se la haya calificado repetidamente como una de las ciudades más habitables de Estados Unidos).
Frente a la bahía de Cook, en el centro-sur del estado, Anchorage tiene una arquitectura moderna (en 1964 un terremoto destruyó gran parte de la ciudad), pero merece la pena visitarla, gracias a los numerosos institutos culturales y, sobre todo, a que es un excelente punto de partida para llegar a algunos de los principales parques nacionales de Alaska.
Parque Nacional de los Fiordos de Kenai
No muy lejos de Anchorage y accesible en coche o tren, este Parque Nacional alberga los fiordos más bellos del país, auténticos valles de hielo que se encuentran bajo el nivel del mar. Atravesará espectaculares bahías con vistas a los glaciares, disfrutará de una naturaleza virgen y, por qué no, optará por realizar una de las numerosas excursiones en busca de la fauna local o viajes en barco para la observación de cetáceos.
Parque Nacional de Katmai
El hábitat natural de los osos pardos en libertad, Katmai ha mantenido su entorno totalmente inalterado por la civilización, hasta el punto de que no se puede llegar a él por carretera u otros medios de transporte rodado, sino sólo mediante una combinación de un pequeño vuelo doméstico y un hidroavión, que parte de Anchorage.
No sólo los osos, sino muchos otros animales salvajes la pueblan, por mar y por tierra: caribúes, alces, leones marinos y ballenas de muchas especies, incluida la gran ballena azul.
Parque Nacional de Denali
Es el parque nacional más famoso de Alaska, gracias al majestuoso Monte McKinley (o Denali), la montaña más alta del continente norteamericano, que lo domina con sus 6190 metros de altitud. El 16% del territorio del parque (inmenso, más de 24.000 kilómetros cuadrados) está cubierto de hielo, uno de los principales atractivos de Denali. Pero el viaje merece la pena, porque las vistas son únicas.
El último lugar que hay que ver es un no-lugar, o más bien un espectáculo que hay que vivir: se trata del increíble fenómeno óptico provocado por la colisión de partículas solares con la ionosfera, capaz de producir las estelas de luz que todos hemos visto en los libros o en la televisión.
Los mejores lugares para admirar las auroras boreales son aquellos en los que no hay contaminación lumínica: para ver las más fascinantes en Alaska, hay que ir hasta Talkeetna, al norte de Anchorage, y Fairbanks.
Y si piensa que en una tierra de glaciares como Alaska es bueno ir sólo en la temporada de verano, pues se equivoca.
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