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Los efectos sobre el cuerpo humano de volar en avión son numerosos y complejos, y están influenciados por diversos factores ambientales dentro de la cabina. Descubre en este artículo todo lo que le ocurre a nuestro cuerpo cuando volamos
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Seguro que al viajar en avión te has dado cuenta de que a gran altura el cuerpo siente sensaciones «extrañas» y tiene reacciones asociadas al cuidado de las cabinas de los aviones de pasajeros. La presión, de hecho, se encuentra a una altitud equivalente entre 1.830 y 2.440 metros sobre el nivel del mar, muy diferente de la presión atmosférica a la que estamos acostumbrados
a vivir.
En estas elevaciones, la presión parcial de oxígeno disminuye progresivamente, lo que afecta a nuestras funciones biológicas esenciales. Además, parámetros como la temperatura y la humedad del aire se modifican con respecto al entorno externo para garantizar el máximo confort durante el vuelo
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Estos cambios pueden tener diversas consecuencias en nuestro organismo. En casi todos los casos, se producen efectos simples y transitorios, como mareos, mareos, fatiga y dolor de cabeza. Otras veces, al desembarcar del avión, es habitual sentir una sensación general de malestar. Los cambios en la humedad y la presión del aire dentro de la cabina también pueden afectar la audición, el olfato y el sentido del gusto, aunque sea temporalmente
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Cuando volamos es normal estar expuestos a cambios bruscos de temperatura y humedad. Se trata de situaciones que pueden ocurrir al pasar del entorno externo a entornos con aire acondicionado, como los espacios de los aeropuertos o la cabina de vuelo. Estas incluyen, por ejemplo, el microclima de la cabina, que, especialmente en vuelos intercontinentales de larga duración, no siempre es óptimo para la humedad y la ionización, por lo que irrita más la mucosa rinofaríngea y la expone
más a la agresión de los virus patógenos.
A esto se suma también el estrés psicofísico durante los viajes y, especialmente, el desfase horario, que contribuyen a reducir las defensas del organismo.
Durante un vuelo en avión, nuestro cuerpo tiende a deshidratarse considerablemente. Un viaje de tres horas puede provocar la pérdida de hasta 1,5 litros de agua, principalmente por la sudoración, sin que nos demos cuenta. Es común, incluso después de solo una hora de vuelo, experimentar sequedad en los ojos y sequedad de las membranas mucosas de la nariz, la boca y la garganta. Por estas razones, es fundamental beber cantidades adecuadas de líquidos para mantenerse constantemente hidratado
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El mayor riesgo, aunque poco frecuente en personas con buena salud, es la aparición de un episodio de trombosis venosa profunda (TVP) en las extremidades inferiores.
La sensación de hinchazón que experimentamos en las manos, las piernas y los pies, pero también en el estómago y los intestinos. Los expertos sugieren ir al baño en busca de alivio porque retener el gas durante el vuelo puede provocar un dolor de estómago intenso e incluso aumentar la presión arterial. Sin embargo, en el caso de las manos, las piernas y los pies, la única solución es levantarse y dar dos pasos a lo largo del avión para mantener la circulación activa
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