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La ciudad de las piedras permanece en el corazón y en los ojos de todo aquel que la visita, pero si se dispone de unos días más, algunos lugares de los alrededores de Matera merecen una visita.
Alrededor de Matera
Craco, la ciudad fantasma
Entre el mar Jónico y los Apeninos lucanos, Craco conserva aún muchas huellas de su historia, que, entre leyendas y desastres, la ha llevado a convertirse en la ciudad fantasma que es hoy.
Antaño importante centro estratégico militar normando (la torre cuadrada que domina la ciudad sigue en pie, y se remonta al reinado de Federico II gracias a su posición elevada), Craco es también protagonista de una leyenda que cuenta que San Mauricio se detuvo aquí a su regreso de las Cruzadas.
El abandono de la ciudad fue lento pero inexorable: tras un fuerte terremoto en 1688, un desastroso corrimiento de tierras en 1963 obligó a la población a abandonar sus hogares y trasladarse al valle.
Hoy en día, Craco sigue siendo una maravilla para miles de turistas, tanto italianos como extranjeros, del mismo modo que ha fascinado a los directores, que lo eligieron como plató para algunas escenas de sus películas.
Altamura, la ciudad del pan
La ciudad de Altamura, antiguamente en la provincia de Bari pero a menos de 20 kilómetros de Matera, es conocida por su patrimonio arqueológico e histórico y por su pan con DOP.
Estas tierras se caracterizan por una agricultura dedicada al cultivo de cereales, junto a la cual se ha desarrollado a lo largo del tiempo la industria de transformación del trigo, con la producción de diferentes tipos de harinas y sémolas que han dado lugar, y hecho conocido en todo el mundo, al Pan de Altamura.
Gravina di Puglia, la ciudad subterránea
No muy lejos de Altamura se encuentra Gravina di Puglia, una ciudad de más de 40.000 habitantes, más conocida por sus numerosas iglesias excavadas en la roca.
Los hallazgos arqueológicos hablan de Gravina ya en el siglo VII a.C.: primero bajo la influencia de la Magna Grecia, luego ocupada por Roma, se convirtió en presa fácil de las incursiones de los visigodos de Alarico y los vándalos de Genserico. Fue precisamente la destrucción de los centros habitados lo que llevó a la población a refugiarse en el barranco de abajo: así nació la primera Gravina subterránea, que con el tiempo vio la construcción de iglesias excavadas en la toba.
La red subterránea que serpentea bajo la ciudad es una maravilla que no debe perderse, y no sólo los aficionados a la arqueología.